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La “Tormenta Perfecta” Saúl Escobar Toledo

Hace pocos días, el secretario general de la ONU afirmó en una conferencia de prensa que el mundo está al borde de una “tormenta perfecta”. Se refería a una triple crisis que amenaza al planeta: de alimentos, de energía y financiera. Esa “tormenta”, agregó, podría “trastocar miles de millones de vidas” arrojándolos al hambre, la pobreza y el desempleo.

Y es que, como se dice, llueve sobre mojado pues la economía mundial ya está muy golpeada por el COVID-19 y el cambio climático. Ahora, con la guerra de Ucrania, las cosas están empeorando.

Los funcionarios de esa institución con sede en Nueva York agregaron que alrededor de 1 700 millones de personas que viven y laboran en 107 economías ubicadas principalmente en África, Asia-Pacífico, y América Latina y el Caribe, están expuestas al menos a uno de los tres riesgos señalados,

La secretaria general de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) agregó, en esa misma sesión, que están calculando una disminución del crecimiento económico mundial de un punto porcentual para 2022, del 3.6 previsto, al 2.6%.

La alarma de Naciones Unidas proviene de varios indicadores.

Primero, los precios de las materias primas se han disparado a niveles sin precedentes.  Éstas incluyen alimentos y energéticos, especialmente petróleo, gas, trigo y cebada, además de fertilizantes.

Pero en segundo lugar y sobre esto es necesario llamar la atención, es que, en el caso de los asuntos financieros, se proyecta que los países en desarrollo requerirán 310 mil millones de dólares para cubrir sus obligaciones del servicio de la deuda pública externa en 2022.

Hay que recordar que los niveles de deuda, debido a la pandemia, se elevaron sustancialmente. Con la nueva situación, se pueden, afirmó la UNCTAD, “generar ondas de choque financieras que puedan empujar a algunos países a una espiral de insolvencia, recesión y detención del desarrollo”.  Es decir, una ola de moratorias de pagos que contagiarían a todo el mundo y afectaría sus economías.

Las posibilidades de una crisis financiera se agravan en la medida en que se están endureciendo las políticas macroeconómicas. Tal cosa se ha visto reflejada en el alza de las tasas de interés y en la terminación de las compras de activos por parte de los bancos centrales en las economías avanzadas (lo que se ha llamado quantitative easing o flexibilización cuantitativa). La UNCTAD afirma que los aumentos ya se han visto reflejados en los rendimientos de los bonos de los países en desarrollo, los cuales venían aumentado desde septiembre de 2021. Luego, desde el estallido del conflicto en Ucrania, las tasas han aumentado en otros 36 puntos básicos, por término medio. Además, los países que dependen en gran medida de las importaciones de alimentos han experimentado incrementos mayores.

El organismo de la ONU subraya que los países ricos están cancelando los programas de apoyo al desempleo, las transferencias y las ayudas a las empresas y los hogares. Esto está ocurriendo a pesar de que la inflación aún no ha provocado un crecimiento salarial sostenido, lo que deja sin fundamento el supuesto peligro inminente de un aumento descontrolado de salarios y precios. Es decir, están aplicando una política equivocada que sólo va a empeorar las cosas; alegan combatir la inflación principalmente con el freno de la oferta productiva, lo que solo conduce a mayor desempleo y a un crecimiento más lento. Sin embargo, ante la presión de las corporaciones (sobre todo financieras) y una parte de la opinión pública que ve en peligro sus ahorros, los gobiernos no ven otra alternativa.

Por otra parte, afirma también la UNCTAD, se están observando movimientos desordenados de los mercados financieros mundiales. “La fuga de capitales y la volatilidad en los mercados de materias primas, divisas y bonos, se propician debido a que los inversores buscan refugios seguros”. Los grandes inversionistas, como siempre, van a depositar sus cuantiosas fortunas en paraísos fiscales o en inversiones seguras como los Bonos del Tesoro de E.U, retirándolos de las economías de los países menos desarrollados.

Lo anterior se traduce en inestabilidad de los tipos de cambio y por lo tanto en un incremento del costo de los préstamos que normalmente están contratados en dólares, lo que en particular afecta a los países de renta media (como México), con el riesgo de graves dificultades de pago de la deuda externa. Todo esto podría resultar, según la ONU en una “combinación devastadora para las economías en desarrollo”.

Por ello, el informe señala que las obligaciones del servicio de la deuda pública a corto plazo

son una preocupación creciente. Se prevé, insiste, en que los países menos desarrollados necesitarán 310 mil millones de dólares para cubrir el servicio de la deuda pública externa en 2022, lo que equivale al 9,2% del saldo de la deuda pública externa a finales de 2020.

¿De dónde van a salir ese dinero? La UNCTAD hizo recomendaciones como: un mayor apoyo financiero multilateral, “más concesional y menos condicionado”, para que los países en desarrollo puedan resistir los choques financieros y económicos y puedan aumentar la inversión para apoyar el crecimiento económico. También, un mayor uso de los Derechos Especiales de Giro para complementar las reservas oficiales y proporcionar liquidez de forma oportuna para evitar graves ajustes deflacionarios. Lo anterior requeriría dotar de más fondos al FMI y al BM, una responsabilidad que deberían asumir los países más ricos.

Finalmente, la ONU recomienda echar a andar políticas sectoriales, incluidos los controles de precios y las subvenciones, para hacer frente a las presiones de la oferta y el aumento de la inflación. Según esta recomendación los estados deberían diseñar una política industrial, agraria, minera. etc. mediante una mayor regulación estatal y otorgando subsidios para la producción.

La UNCTAD no dice de dónde podría venir el dinero para fortalecer la oferta productiva, pero se supone que de la ayuda internacional o de nuevos impuestos.

En síntesis, tenemos encima el riesgo de una crisis financiera a menos que se consigan varios cientos de miles de millones de dólares para apoyar el pago de las deudas públicas y una cantidad desconocida pero igualmente, de grandes magnitudes, para financiar la reactivación en los países menos desarrollados.

Sin embargo, la guerra en Ucrania está complicando enormemente las cosas y haciendo que la cooperación internacional se dificulte aún más. Por ello, detener la guerra es crucial para evitar o reducir el riesgo de estas amenazas. Si ésta se alarga, cualquier solución se ve difícil de alcanzar y será casi imposible detener la falta de alimentos, las sequías e inundaciones, el desempleo, los desarreglos financieros y, consecuentemente, la devastación de la vida de miles de millones de gentes.

El panorama suena alarmista pero los datos y diagnósticos de Naciones Unidas suelen ser confiables. Por ello, en México, deberíamos prepararnos para estos escenarios. Sin embargo, no se observa esta discusión en ninguna de las instituciones. El Banco de México sigue pensando en aumentar las tasas de interés a lo largo del año mientras que Hacienda afirma que la estabilidad está garantizada. Por su parte, el Congreso parece tener otras prioridades. La reforma a la Ley Minera aprobada el martes 18 (en la Cámara de Diputados) fue sin duda un acierto. Sin embargo, afecta casi exclusivamente al litio y deja intocada la explotación de otros minerales. Además, no se ha presentado un plan de inversiones para su explotación. Sin esto último, la reforma puede quedar en puros buenos deseos.

Frente a las advertencias de las Naciones Unidas, como dice la película (Don´t look up, del director Adam McKay), los responsables de las instituciones estatales no quieren “mirar arriba”. Y, sin embargo, los cielos anuncian una tormenta de época. Prefieren pensar en la próxima elección y no en la siguiente crisis.

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