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La Guerra (tecnológica) entre China y EU ya empezó; y México está involucrado Saúl Escobar Toledo

Hace unas cuantas semanas, en el mes de octubre, el gobierno de Estados Unidos decidió tomar un conjunto de medidas que, según diversos analistas, busca “aniquilar” la industria china de alta tecnología:

1) Prohibir las exportaciones al país asiático de chips especializados para la inteligencia artificial; o de equipo para fabricar esas piezas; 2) Restringir la exportación de equipos para manufacturar semiconductores; 3) Prohibir, con base en una nueva lista, a las compañías chinas que no tenga una licencia especial otorgada por el gobierno, comprar productos elaborados en EU.

Hay que advertir, además, como señala Matthew Iglesias, un periodista especializado en asuntos económicos egresado de Harvard (https://www.slowboring.com)  que para fabricar chips de tecnología avanzada se requiere el conocimiento (know how) y el equipo especializado para ello. El conocimiento descansa sobre todo en las cabezas de los ingenieros que laboran para las compañías que fabrican esas refacciones. Ahora, los nuevos controles a la exportación contienen también una regla específica que prohíbe a ciudadanos estadounidense trabajar en la industria de semiconductores de China.

Noah Smith, profesor de economía de la Universidad de Michigan, al comentar estas medidas, (https://noahpinion.substack.com) destaca que se trata de un cambio radical en la estrategia de la potencia norteamericana. Las administraciones de Clinton, Bush y Obama (este último hasta cierto momento), apostaron a que el comercio abierto con China sería mutuamente beneficioso. En el año 2000, el Congreso de EU aprobó un conjunto de leyes para normalizar las relaciones comerciales entre ambos países y abrió el camino para que el gigante asiático ingresara a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y se integrara al sistema económico mundial dominado, plenamente en esas décadas, por Washington. En ese momento, se pensaba que las relaciones comerciales servirían para intercambiar “ideas, valores y cultura”. El presidente Clinton avaló la legislación con optimismo afirmando que: la apertura de los mercados de China “acelerará la revolución de la información en ese país, dándole a su pueblo un mayor acceso al conocimiento. Ello, fortalecerá a aquellos que, en esa nación, luchan por estándares laborales decentes, un medio ambiente más sano, los derechos humanos, y el imperio de la ley”.

Durante varias décadas, las compañías estadounidenses volcaron sus inversiones y su comercio hacia ese país y fueron un factor determinante para engrandecer su poder económico y geoestratégico. China se convirtió en la “fábrica mundial”. Su producción industrial ya es equivalente a la de EU y Europa juntos.

Sin embargo, todavía importa una gran cantidad de chips de computadora, provenientes de EU, Corea del Sur, Taiwán y Japón. Por ello ha dedicado ingentes esfuerzos durante los últimos años para construir una industria doméstica de estos componentes. Y parece que están avanzando rápidamente.

El gobierno de Biden, al observar el progreso de China, se apresuró a poner en práctica una estrategia más dura, la guerra de los chips, negando el acceso a su gran competidor, de bienes alta tecnología producidos en EU.

Según Yglesias, tratar de frenar el crecimiento de China, “estrangulando” un segmento muy importante de la industria tecnológica, propiciará una dura reacción del gobierno de ese país. Un “peligroso conflicto” es, por lo tanto, inevitable. Además, las medidas tomadas por Biden pueden resultar poco efectivas por lo que sugiere que una estrategia distinta pude ser más recomendable: fortalecer la economía y el nivel de vida de los estadunidenses (incluyendo, principalmente, su educación), y abrir las puertas a los migrantes para tener una fuerza de trabajo más joven y fuerte.

Por lo pronto, dice Noah, se trata de una “guerra económica”, y no es una exageración o una frase retórica. El objetivo de EU consiste en derrumbar la industria china de semiconductores para obstaculizar su autosuficiencia tecnológica. Estamos hablando, agrega, de un verdadero cambio del orden económico global. Un regreso a las estrategias de la Guerra Fría, cuando EU y sus aliados trataron de limitar sus exportaciones al bloque soviético.

La guerra de los chips ya llegó a México. Según un reportaje del Washington Post, del 21 de octubre, el gobierno de EU descubrió “una amenaza a su seguridad nacional al otro lado de la frontera sur” al encontrar que el gobierno mexicano se preparaba para comprar cientos de millones de dólares de equipos chinos para escanear los productos que pasan por las aduanas fronterizas.

Según este reportaje, las autoridades aduaneras de México pretenden instalar escáneres de la marca Nuctech en diversos aeropuertos, puertos marítimos y puntos de entrada en la frontera con EU, incluyendo el Felipe Ángeles y el de la Ciudad de México, así como en la refinería Dos Bocas en Tabasco. Estos dispositivos sirven para inspeccionar vehículos y contenedores de carga marítima y terrestre, tratando de encontrar droga, explosivos y mercancía ilícita.

Washington cree que los escáneres Nuctech, una compañía que, afirman, tiene fuertes lazos con el gobierno chino, darían acceso a ese país asiático de información acerca de las mercancías que entran a EU. La oficina de Seguridad Interior de EU (Department of Homeland Security) publicó un reporte en 2020 en el que señalaba que Nuctech trabajaba para el gobierno chino fabricando sistemas de monitoreo (screening and detection).

En mayo de este año, el embajador de EU en México escribió una carta al secretario de relaciones exteriores de nuestro país para persuadirlo de no comprar esos aparatos. Salazar afirmaba, en esa misiva, que la cooperación bilateral entre ambas naciones “podría ponerse en riesgo por el uso de equipos no confiables”. Por su parte, funcionarios del gobierno mexicano afirmaron que esos equipos benefician a México, se ajustan a las leyes mexicanas, y  un precio más bajo que las de sus competidoras estadounidenses.

Hay que advertir, que toda esta información, publicada por el Post, se obtuvo de las filtraciones de documentos de la SEDENA, realizadas, presuntamente, por el colectivo Guacamaya. Hasta ahora, no ha habido ninguna declaración oficial por parte de ambos gobiernos en torno a este asunto. No sabemos si México, ha aceptado o no, las objeciones  de Estados Unuidos.

Lo cierto es que la guerra tecnológica está declarada y México ya está involucrado. Mientras esta confrontación entre China y EU no pase de sanciones comerciales, todavía hay lugar para la esperanza de que se pueda llegar a acuerdos que satisfagan a ambas partes, o por lo menos impidan choques militares directos o indirectos (guerras proxy). Sin embargo, el conflicto armado en Europa y el panorama económico mundial, no abonan a la creación de un contexto favorable para la cooperación mundial. Aún así, la sociedad y los gobiernos no involucrados deben seguir llamado a la paz y el diálogo.

La tecnología ha sido, desde hace siglos, pero marcadamente desde la Revolución Industrial, un factor determinante para la hegemonía de las potencias a nivel planetario. Hoy, con mayor razón, en vista de los rápidos avances de las últimas décadas, los cuales han aumentado la productividad de las empresas; han integrado con mayor fuerza al mundo en redes comerciales y financieras; y han dado lugar a la expansión de un puñado de corporaciones, extraordinariamente poderosas e influyentes en todo el orbe, como Alphabet, Google y Microsoft.

En estas condiciones, México requiere, independientemente del conflicto entre las dos grandes potencias, aunque aprovechando las condiciones disponibles, diseñar su futuro tomando en cuentan la necesidad de incorporar creativamente las nuevas tecnologías. Ello requiere pensar en una nueva política industrial; una estrategia de educación y capacitación de la fuerza de trabajo; y un desarrollo propio en materia de investigación científica y técnica.

saulescobar.blogspot.com

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