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Huelgas automotrices en Estados Unidos Saúl Escobar Toledo

El sindicato de trabajadores de la industria automotriz de Estados Unidos UAW (United Auto Workers) estalló la huelga en tres plantas pertenecientes a tres grandes compañías: General Motors, Ford, y Stellantis. Las huelgas no abarcan todas las instalaciones de esos consorcios en EU ni participan los 150 mil miembros del sindicato. Se trata de huelgas parciales que involucran a 12 700 trabajadores; la planta afectada más importante pertenece a Stellantis y se ubica en Toledo, Ohio.

Los paros de labores obedecen a la renovación de los contratos colectivos que existen en estas compañías. Las demandas: un 40 por ciento de incremento salarial que se aplicaría durante los siguientes cuatro años; ajustes al salario adicionales para compensar la inflación que pudiera presentarse en ese lapso; reponer las pensiones para todos los trabajadores (suprimidas durante la crisis de 2007); mejorar los beneficios por retiro; reducir la jornada de trabajo a 32 horas semanales; y poner fin a la política de la empresa que contrata trabajadores nuevos con salarios mucho menores que el promedio. También han puesto sobre la mesa la demanda de que los trabajadores de las nuevas plantas que se construyan sean protegidos por los contratos colectivos de la rama.

Los voceros de las tres grandes compañías alegan que está invirtiendo miles de millones de dólares para construir autos eléctricos, lo que le impide pagar salarios más altos. Agregan que están en desventaja con sus competidores, como Tesla, empresa en la que los trabajadores no están sindicalizados y que controla el mercado de vehículos eléctricos.

Las huelgas han llamado la atención debido a la simultaneidad de los paros,  las demandas levantadas por los trabajadores, y la aparente determinación de sus dirigentes para obtener mejoras sustanciales.

Según diversos reportajes, como el publicado por el NYT,  la huelga definirá la correlación de fuerzas entre los trabajadores y la patronal en los próximos años. Un triunfo de la UAW le proporcionaría un fuerte aliciente para tratar de organizar a los trabajadores de Tesla y de otras armadoras como Hyundai que tienen sus plantas o piensan construirlas en el sur de EU, precisamente en los estados en los que la legislación es más desfavorable para los sindicatos. De esta manera, quedaría en buena posición para negociar las condiciones laborales en la nueva industria de autos eléctricos. Por ello, su insistencia en que todas plantas tengan que adoptar los contratos colectivos de la industria automotriz. La patronal, por su lado,   ha respondido que no puede acceder a esa petición debido a que se trata de proyectos financiados por diversos consorcios (joint ventures). Muy probablemente este asunto no se resolverá con la huelga, aunque, dependiendo de su resultado, se verán más claramente las perspectivas del sindicalismo en la rama automotriz.

Como es sabido, la patronal siempre aduce, en todas partes del mundo, que las demandas de los trabajadores y las huelgas le restan competitividad. En este caso, sin embargo, ese argumento debe verse a la luz de otros factores:

Primero, que la productividad de las empresas ha aumentado más rápidamente que los salarios desde hace unos cuarenta años. Según Dean Baker, del Centro de Investigación de Economía y Políticas Públicas (CEPR, https://cepr.net) con sede en Washington, si el salario mínimo hubiera crecido al ritmo de la productividad, sería de 25 dólares la hora y no de 18, como es ahora, una pérdida de casi 40 por ciento. La productividad se ha elevado fundamentalmente por las nuevas tecnologías, robots e Inteligencia Artificial (IA). Así, la demanda del sindicato para reducir la jornada se justifica plenamente. La huelga entonces busca que el progreso tecnológico se comparta de manera más equilibrada.

Además, el sindicato ha llamado la atención acerca de los ingresos desorbitados de los CEO es decir los gerentes ejecutivos de mayor responsabilidad que se embolsan unos 27 millones de dólares al año, unos 200 o 300 veces más que un obrero promedio. Los gerentes de nivel inferior se llevan uno 10-15 millones y los de tercer nivel alrededor de 3 millones. Por eso consideran que su demanda de aumento salarial está más que justificada. De igual manera,  se ha dado a conocer que las ganancias de estas tres grandes compañías se elevaron 92% entre 2013 y 2022. En los seis meses de este año los tres consorcios han obtenido 21 mil millones de dólares y esperan un total de 32 mil millones a fines de este año. De esta manera, la huelga busca una menor desigualdad en las empresas, y entre el lucro corporativo y los salarios.

Por todas estas razones, se trata de una huelga ejemplar. Pero también, dice la revista The Nation, porque la huelga goza de un apoyo extraordinario del pueblo estadounidense. Según una encuesta de Gallup, levantada antes de estallada la huelga, el 75 por ciento de los encuestados apoyaba al sindicato y apenas el 19 por ciento a la empresa. Y un 61 por ciento consideró que los sindicatos ayudan y no afectan negativamente la economía estadounidense.

Se trata, dice The Nation, de un revés para la mayoría de los medios y los políticos anti laboristas, sobre todo republicanos e incluso algunos demócratas, que se alinean con los intereses empresariales. Igualmente, significa una refutación a la teoría que se propagó desde 1991 y que rezaba de la siguiente manera: “La competencia es global, la innovación tecnológica es constante, la fuerza de trabajo, cada vez más calificada. En este escenario económico, los sindicatos no sirven para los fines ni de las empresas ni de los trabajadores. Cuando mucho resultan irrelevantes… en el peor de los casos, un obstáculo… no sorprende que estén desapareciendo…” (Harvard Business Review).

De esta manera, la huelga representa una lucha contra la cultura predominante y anuncia, quizás, un nuevo despertar del sindicalismo.

Para México, las huelgas de la industria automotriz tienen importancia, aunque no aún por los daños económicos,  como vociferan algunos. Según ellos, las empresas ubicadas en nuestro país pueden perder millones de dólares debido a la suspensión de envíos de las refacciones que demandan las empresas en huelga. Sin embargo, como ya mencionamos, los paros son por ahora parciales y apenas han pasado unos días. Todavía es muy pronto para calcular los daños.  Además, estos consorcios tienen muchas plantas armadoras alrededor del mundo. Stellantis, por ejemplo, es un consorcio que tiene su matriz en Holanda, de capitales europeos y estadounidenses, y produce una gran diversidad de marcas: Alfa Romeo, Citroën, Fiat, Maserati, Opel, y Peugeot, y los modelos de Chrysler, Dodge y Jeep.

Las huelgas, en cambio,  pueden  afectarnos de dos maneras: si es derrotada, los consorcios tendrían las manos más libres para dejar de cumplir el contrato colectivo, mover más rápidamente sus plantas a lugares con poca o nula sindicalización, y mantener salarios y prestaciones desventajosas. México podría ser elegido para localizar nuevas plantas armadoras o refaccionarias tanto de vehículos a gasolina como eléctricos, pero con un perfil laboral muy pobre.

Si la huelga triunfa y se fortalecen los contratos colectivos en estos consorcios, esas conquistas podrían replicarse en otros lugares de EU. En el caso de México, un UAW más fuerte podría presionar a las empresas y establecer alianzas con los sindicatos mexicanos para elevar las condiciones de trabajo.

No debe olvidarse que las diferencias salariales son muy elevadas. El salario promedio en la industria manufacturera mexicana es de 392 pesos diarios y en EU el mínimo es de 18 dólares la hora, es decir alrededor de siete veces mayor. Esas diferencias pueden ampliarse o reducirse dependiendo, entre otras cosas, de la fuerza y la solidaridad sindical. De ahí que los trabajadores mexicanos deben estar atentos y apoyar, en lo posible, la huelga automotriz en Estados Unidos.

saulescobar.blogspot.com

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