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El premio Nobel de Economía. Una mirada desde América Latina Agostina Costantino y Alicia Puyana Mutis

“La brecha de género en los salarios no existe” dicen algunos últimamente. Sin embargo, el día de hoy se anunció que el llamado “Nobel de Economía” fue para Claudia Goldin, una economista de la Universidad de Harvard con larga trayectoria en el estudio de la situación laboral y de ingresos de las mujeres en EEUU a lo largo de 200 años. Los resultados de sus investigaciones muestran que las mujeres en aquel país ganan menores salarios que los varones en iguales puestos de trabajo, a pesar de la mayor inserción en el mercado laboral a lo largo de los años y del constante aumento en los niveles de educación. El principal factor explicativo en este caso tiene que ver con el rol de cuidadora que se les atribuye a las mujeres en la sociedad, en relación al rol de proveedores que tienen los varones. En efecto, la llegada del primer hijo según Goldin determina la trayectoria diferente que los salarios de las mujeres tienen en relación al de los varones, incluso en los mismos puestos de trabajo. La mayor flexibilidad horaria, el ausentismo y las licencias por cuidados determinan esa mayor brecha en los casos estudiados por la economista. Goldin hace énfasis en la maternidad más que en el cuidado y contrasta el castigo a la maternidad con el premio a la paternidad. Según Goldin, a lo largo de la historia se ha intentado controlar a las mujeres bajo el argumento de la vulnerabilidad. Como la mujer es la que garantiza la reproducción de la humanidad, hay que controlar ese poder y someter la maternidad a todo tipo de “instrumentos” de control: desde enfatizar que la gestación es delicada y por lo cual debe protegerse a la mujer gestante y en general a la mujer, hasta atribuirles cualidades especiales: más propensa al amor que al odio, al pensamiento práctico que al abstracto, dispuesta a servir y ajena a vicios. Toda transgresión de la mujer de estos supuestos, es sancionada implacablemente.

Más allá de la brecha salarial

La entrega de este premio pone la lupa sobre un tema que se está discutiendo mucho en nuestros países en los últimos días. ¿Existe o no existe la brecha de género en los ingresos? Por ejemplo, según datos de la EPH correspondientes al 2do trimestre de 2023, en Argentina los varones ocupados ganan, en promedio, un 26.6% más que las mujeres. Lo que muestra Goldin son las diferencias en un mismo puesto de trabajo. Según datos de María Inés Berniell, Mariana Marchionni y María Florencia Pinto, en Argentina las mujeres ganan un 19% menos que los varones en un mismo tipo de trabajo, con la misma educación, la misma edad y en la misma ciudad.

El problema, justamente, es que es muy difícil encontrar en nuestros países un sector en donde varones y mujeres estén insertos de manera equitativa. Existe algo que se llama “segregación horizontal” que se refiere a que las mujeres, en promedio, tienden a ocuparse en determinados sectores y los varones en otros. Típicamente, los sectores en los que tienden a insertarse las mujeres son aquellos que, de cierta manera, extienden al mercado laboral las tareas de cuidados que realizan las mujeres adentro de los hogares; es decir, educación, salud, trabajo doméstico remunerado son las principales actividades en donde se insertan las mujeres. Mientras que la industria o las actividades petroleras o mineras son los sectores mayormente ocupados por varones. Esta diferente inserción sectorial (explicada principalmente por estereotipos y ciertas flexibilidades que otorgan los trabajos) es una primera explicación de la brecha de ingresos en Argentina, pues los sectores más “feminizados” son menos valorados socialmente y, por ende, peores pagos.

En segundo lugar, está lo que se conoce como “segregación vertical” o “techo de cristal”, es decir, el hecho de que las mujeres ocupan menos cargos jerárquicos y directivos que los varones.

¿A qué se deben estas diferencias? El vector reproductor de estas desigualdades está directamente relacionado con lo que plantea Goldin y se refiere a la desigual distribución de las tareas de cuidados. Según datos de la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (INDEC, 2021), las mujeres destinan 6:31 horas por día al trabajo no remunerado (que incluye el cuidado de personas del hogar, limpieza, adquisición de bienes de consumo, etc.) mientras que los varones destinan 3:40 horas por día a las mismas tareas. Esto hace que las mujeres tengan menos tiempo para destinar al trabajo remunerado y deban hacerlo en trabajos más flexibles que les permitan seguir cubriendo el trabajo doméstico. Por el lado de la demanda de trabajo, esta forma particular de la organización social del cuidado hace que los empleadores “prefieran” varones en lugar de mujeres en los puestos de decisión que requieren de una disponibilidad horaria casi constante. En el caso de la segmentación horizontal, no sólo la flexibilidad horaria de muchas de actividades feminizadas explica la alta proporción de mujeres, sino el estereotipo (construido a partir de la organización social del cuidado existente) de que las “tareas de las mujeres” tienen que ver con los cuidados, por lo tanto son las “más aptas” para trabajos que tienen que ver con educación, salud o limpieza.

Desde la línea de investigación “Economía Feminista” de IDEAS-LAC celebramos que un reconocimiento como el Nobel, que suele determinar dentro del campo de la Economía lo que parece ser más relevante, vaya hacia alguien preocupada por estos problemas que hoy en día muchos están cuestionando, casi como la curvatura de la tierra.

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